En el valle interandino de Sibundoy, Putumayo, se emplaza el proyecto diseñado para mejorar las condiciones de vida del cabildo indígena Sol de los Pastos.
El proyecto Encuentro de Saberes nace desde la pregunta por la identidad y el territorio. Desde él se busca crear tejido cultural, abrazando la cosmogonía ancestral e interpretando elementos propios de la arquitectura vernácula de los Pastos y de sus formas de habitar. El resultado, un lugar que es punto de encuentro y pensamiento, donde convergen lo doméstico, lo productivo, lo educativo y lo espiritual.
“Proponemos un punto de partida para el fortalecimiento de la cultura, un medio para enaltecer su valor desde el desarrollo del pensamiento”, explica Sebastián Aguirre, arquitecto diseñador del proyecto destacado. Con este objetivo, se propone un edificio modular, flexible y replicable, que atiende a las dinámicas de la vida en comunidad y que crece sobre premisas de materialidad bioclimáticas y sostenibles.
El reconocimiento fue entregado en el marco de la celebración de los 40 años del Premio Corona Pro Hábitat. Desde 1982, y en alianza con la Fundación Catalina Muñoz, el reconocimiento incentiva la investigación en hábitat popular y sostenibilidad ambiental y su aplicación en soluciones habitacionales que mejoren la calidad de vida de las comunidades más vulnerables.
Espacios para construir vínculos
Las dinámicas de la vida en comunidad de la agrupación indígena definieron el sistema de circulaciones y vacíos sobre el que tomó forma el proyecto. Socializar, congregar, habitar y trabajar fueron las actividades asignadas a cada uno de los cuatro módulos de 3,20 metros por 1,60 que componen el sistema estructural, y que tienen la posibilidad de funcionar de manera independiente o articulada.
“Los dos primeros se relacionan con el contacto público y los finales tienen un carácter más privado”, señala Aguirre. En el primero se propone el Museo, un espacio itinerante de exhibición, comercialización o actividades lúdicas. En el segundo, el Salón del Pensamiento, aula múltiple abierta, flexible y modular. En el tercero, una posada con dos dormitorios, comedor, cocina, despensa y zona de lavado. Y en el cuarto, un kiosco como espacio complementario de actividades junto al área de oficinas.
Los bloques se implantan de manera pasiva en el terreno, buscando impactar el entorno en la menor medida posible. Interpretando la arquitectura vernácula de la región, se integra un sistema de muros portantes en bloques de tierra comprimida (BTC) en sustitución del ladrillo convencional. “Partimos del entendimiento de una autoconstrucción que pueda darse desde la misma comunidad, que ellos puedan producir su material y los insumos para apropiarse del proceso”, explica el arquitecto.
Con este fin se propone el uso de materiales austeros de fácil adquisición y fabricación como el concreto a la vista para el piso, cubierta metálica, cerramiento en BTC y persianas de madera. Así mismo, al utilizar cerchas ligeras de madera en la cubierta, se crean plantas libres que permiten espacios flexibles y replicables que facilitan el crecimiento progresivo o modificación del proyecto a lo largo del tiempo. En la siguiente infografía, conozca la disposición general, el sistema constructivo y los factores de sostenibilidad y bioclimática que dieron cuerpo al proyecto.


Diseño para el arraigo cultural
Buscando una mirada integral en la interpretación de la arquitectura vernácula, Encuentro de Saberes incluye espacios como el zaguán, el chagra, corredores laterales y cubiertas inclinadas. Además, los vacíos entre bloques componen jardines interiores que sirven como espacios de extensión para diversas prácticas tradicionales.
“El chagra, por ejemplo, más que un dispositivo, es una forma de apropiarse de un lugar en comunidad. Asemeja una relación directa con la naturaleza y congrega rituales en torno a lo productivo, lo natural y lo espiritual”, indica Aguirre.
En línea con la cosmovisión de la comunidad, el proyecto busca reducir su impacto ambiental, al incorporar un sistema de recolección y aprovechamiento de aguas lluvias, un sistema de gestión de residuos orgánicos para el abono del chagra y un biodigestor que aprovecha la materia orgánica para la obtención de biogás como energía renovable.
“Nos propusimos entender su cultura para plasmar espacios libres, abiertos y operables, donde puedan atender sus necesidades respetando sus formas de habitar. En eso consiste la responsabilidad de la arquitectura”, concluye Aguirre.